Sanar para crear un futuro que no sea una versión del pasado

El duelo que no sentimos y procesamos se convierte en venganza - Francis Weller

Hace unos días viví una experiencia en un establecimiento comercial que me mostró como el nivel de tensión que experimentamos hoy en nuestro país se canaliza en agresión en situaciones cotidianas. Una persona hizo una compra y por alguna razón se fue sin la factura; al no tener factura no le permitieron salir del establecimiento y regresó a la caja a reclamarla. La persona incómoda y molesta, se dirigió a quien atendía la caja, le reclamó la factura, y le expresó que era por personas como ella que llegaban a las instituciones políticas, que este país estaba como estaba. Quien atendía la caja le entregó la factura sin hacer comentarios y la persona se fue, reforzando algunos de los mensajes que ya había expresado.

Ser testigo de esta situación lleno mi corazón de tristeza y compasión. Tristeza de sentir el corazón roto de nuestro país al ver como los ciclos de agresión y violencia que han sido parte de nuestra historia están presentes en múltiples niveles; compasión por quienes fueron parte de esta situación, pues cada uno, desde su perspectiva, se sintió agredido; y compasión por el dolor y las heridas de la historia colectiva que no hemos sanado y que por lo tanto se repite, en situaciones desde las cotidianas como esta que comparto, hasta las masacres que vemos día a día.

Esta experiencia también me conecto con el anhelo que como colombianos sentimos de construir un país en donde todos podamos vivir en paz. Me llevó a reflexionar sobre por qué a pesar de ese anhelo y de las diferentes formas en las que hemos intentado sanar y llegar a la paz, no lo logramos.

Mi conclusión es que el duelo que está contenido en el dolor y las heridas sigue allí. Hasta tanto podamos reconocer el duelo compartido, y podamos abrir espacio para sentir cómo esa historia que sigue presente nos conecta con nuestra vulnerabilidad, y desde este lugar podamos sentir la vulnerabilidad en los demás, el ciclo se seguirá repitiendo.

Para sanar, necesitamos conectarnos desde la compasión del corazón, y reconocer, honrar, sentir y procesar individual y colectivamente el duelo profundo que tenemos contenido en el dolor y las heridas de nuestra historia.

En este proceso compartido, el duelo se convertirá en el camino para sanar y transmutar el dolor en reconciliación, y allí tendremos un suelo fértil para construir un futuro que no sea una versión de nuestro pasado.

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